El Coliseo me trastornó

Lo primero que conocí en Roma fue el Coliseo, ¡mi primer experiencia con las ruinas del antiguo imperio romano! ... ¡¡¡me encantó!!!

De noche ... iluminado ... con el cielo muy oscuro y en contraste una hermosa luna (casi llena) de fondo ... sencillamente me fascinó desde el primer momento ... su inmensidad, su antigüedad y se conserva en casi todo su exterior. Un momento único para mí el estar ahí, frente a esa obra maravillosa ... lo sentí espectacular.

Luego de dejar nuestro equipaje en la habitación, regresamos a la estación Termini, para comprar los tiquetes del metro y acá nos encontramos con algo diferente a las otras ciudades en las que habíamos estado: habían unas máquinas dispensadoras, que disponían de instrucciones en muchos idiomas; compramos uno que servía para toda la semana, más económico que los de menos duración, podíamos usarlo cuantas veces quisiéramos hasta el día de su vencimiento.

Para estrenar nuestro tiquete, tomamos el metro hacia una parada cercana: 'Colosseo' ... y ¿qué te puedo decir? ... fue amor a primera vista.

También aprovechamos para buscar la ruta de salida hacia el aeropuerto, la cual íbamos a necesitar al terminar nuestra visita a Roma y enrumbarnos hacia Barcelona. Buscamos algo de comer, me parece que fue un Burger King que está dentro de la estación y regresamos al hostel para consultar sobre sobre el uso de Internet, que según habíamos leído anunciado al hacer la reserva, teníamos derecho a 15 minutos diarios cada una, un punto fundamental para el presupuesto: ¡gratis!.

Nos dirigimos al Internet/Lavandería donde podíamos hacer uso de nuestros preciados 15 minutos, único tiempo que pensábamos usar para Internet (por razones monetarias), muy cerca del hostel, era una mezcla de computadoras con lavadoras y secadoras, algo curioso pero funcional, muchos turistas utilizan ambos servicios. A mí el tiempo se me fue volando, ya que tuve la grata sorpresa de encontrar a mi novio en línea y chateamos todo el rato, fue muy lindo y un rato muy sentimental, pues me sacó algunas lágrimas mientras me explicaba lo difícil que le estaba siendo estar solo, más de lo que esperaba y lo mucho que me extrañaba.

De regreso al hostel nos preparamos para dormir, nuestra habitación era de 6 personas y la compartíamos con 3 personas que ya estaban ahí antes que nosotras, una pareja de hermanos alemanes y un muchacho de España. Los hermanos se veían muy jóvenes, adolescentes y básicamente dormían todo el día y salían a tomar licor durante la noche, así que iban de salida cuando nosotras íbamos entrando. Él era muy 'hablantín' aunque me costaba un poco entender su inglés con acento alemán y ella muy callada, pero su hermano nos dijo que estaba aprendiendo español, así que intercambiamos algunas frases en nuestro idioma.

En cuanto al muchacho español solo supe que era de Bilbao, luego me enteré que se llamaba Eneco, Pili y Vic estuvieron hablando con él mientras yo estaba en el baño; Vic no lograba retener en su memoria el curioso nombre, así que le dije: como "meneco" pero sin la "m" y sin lo "muñeco", y funcionó, no se le volvió a olvidar y nos reímos mucho.

Por cierto que el chico alemán (de ellos no logré comprender sus nombres) nos consultó si nosotras habíamos solicitado al hacer la reservación que fuera una habitación de mujeres (y nos habían dado una mixta), porque resultó que las personas que estaban antes, también mujeres, eran de India y estaban muy sobresaltadas de que había un hombre en la habitación. No recordábamos si habíamos podido reservar en 'solo mujeres' porque en algunos de los hosteles no había espacio disponible, pero la verdad en ese momento ya no nos importaba, igual tuvimos cuartos mixtos en Francia y Venecia, sin ningún contratiempo.

Descubrí que en mi bolsillo solo quedaba un billete de 100 Euros, tenía de otras denominaciones menores pero solo ese de 100, así que le pedí a Pili que me tomara una foto ... con el último billete de 100 Euros en mis manos, lástima que no se me ocurrió tomar una de billetes de ¡500!, ya a esta altura del viaje ninguna cargaba de esos.

Bueno, el día había terminado y no quedaba más que dormir y descansar para levantarnos muy temprano al día siguiente, para aprovecharlo al máximo. El clima estaba más caliente que en las ciudades anteriores (y sin mosquitos), así que no fueron necesarias las cobijas, al cerrar la ventana que daba a la calle se calentaba más, pero era necesario ya que aislaba el ruido exterior, que era bastante fuerte, de una forma asombrosa, lo cual agradecían mis oídos.