Sobre El Púlpito

Si van a Noruega, hagan todo lo posible por ir a El Púlpito (Pulpit Rock) o en noruego Preikestolen y no se van a arrepentir, porque es ¡fascinante!




Quienes le conocen, saben que es un sitio fenomenal y a quienes no, permítanme antojarlos de la visita.

Quiso la naturaleza luego de la era glacial, crear unos inmensos canales de agua salada color turquesa en donde el mar ingresa entre altas y acantiladas montañas; lo que en la península escandinava se conoce como fiordos.

Dentro del maravilloso paisaje de los fiordos noruegos, en el fiordo de Lyse, se encuentra un monumento natural de piedra sólida de más de 600 metros de altura, el cual tiene la cima bastante plana en una superficie grande (de unos 25 metros cuadrados) que visto desde lejos parece un púlpito o plataforma para predicar y de ahí de su nombre.

Se encuentra cerca de Stavanger, una de las paradas en el país nórdico, que visité con mis amigas Pili y Vic, hecha en especial para visitar ese famoso lugar, una de las atracciones naturales más visitadas, de hecho.

Llegar hasta ahí tiene su toque especial, primero caminamos del hostel al muelle para buscar un ferry que nos llevara cerca, luego tomamos un taxi junto con otros turistas, que al igual que nosotros estaban cansados de esperar un supuesto autobús a la base del sendero y por último, caminar cuesta arriba hasta llegar allá por un camino de montaña con algunos lagos glaciales.

La caminata fue muy agradable, con impresionantes vistas incluso antes de llegar, con todo que nos detuvimos bastante para tomar fotografías, nos tardamos un par de horas y un poco menos al regreso.

Al estar por fin sobre El Púlpito, caminar sobre él, acercase a la orilla (pero no mucho), ver la vista 600 metros hacia abajo en el acantilado, da una maravillosa sensación de belleza natural, inmensidad, libertad y calma. 

El cielo estaba bastante despejado, la vista se pierde en escarpadas montañas, con cimas aplanadas, al fondo incluso algunas con picos nevados (fuimos a principios del otoño).

Tomamos muchas fotos en todos los ángulos, de las mejores fueron cerca del borde, lo más que pudimos acercarnos sin cara sin susto por el abismo. Yo sabía de antemano que no iba a atreverme a caminar tan cerca del borde como para poder mirar hacia abajo, así que ya traía mi estrategia preparada, caminar hasta donde me fuera posible y luego acostarme sobre la piedra y jalar mi cuerpo hasta que mi cabeza llegara al borde para observar la vertiginosa vista.

Y así fue, la sensación fue algo indescriptible, simplemente de los mejores momentos que he vivido en mis viajes. Es muy fácil salir sonriente en las fotos cuando no puedes parar de sonreír.

Una de las más memorables, agradables e inolvidable aventura de viajes, espero algún día regresar, o tomar un crucero para verlo desde abajo.

El Púlpito... ¡totalmente recomendado!