La única vez que me han robado mientras viajo ha sido en París, en donde unos niños de 9 o 10 años me sacaron un monedero y lo increíble fue que lo recuperé.
Yo iba caminando tranquilamente, muy ligera, cargaba en mi espalda una pequeña mochila con mi comida, un bolso estilo canguro en mi cintura (el cual según yo era la cosa más segura posible en cuanto a bolsos... ¡eh!, ¡error!) y un estuche de cámara fotográfica pequeña colgando en mi cuello. La cámara la andaba amarrada a mi muñeca y en ese momento llevaba mis manos dentro de los bolsillos de mi chaqueta, sino, creo que también la hubieran tomado.
Estaba terminando primavera y empezando el verano, la temperatura era agradable y fresca, con algo de sol y un poco de lluvia ocasional. Ideal para caminar, a mi gusto, recorriendo París, y ese día iba de la famosa Plaza de la Concordia hacia los Jardines de las Tullerías y el Museo de Louvre.
Ya había esquivado a algunos adultos de dudoso actuar, que estaban solicitando firmas por la paz en África, lo cual no calzó con nada lógico en mi cabeza y me alejé lo más pronto posible. ¿De qué serviría que una extranjera que ni siquiera es europea firme en un papel lleno de nombres que nadie puede verificar? No le vi ningún sentido y pensé "aquí hay gato encerrado" y lo mejor es huir rápidamente.
Pronto me encontraba en una explanada, cerca de un semáforo peatonal para dirigirme a los Jardines, cuando unos niños, 2 o 3, se acercaron a pedirme dinero, hablando en inglés. En seguida llegaron más y de pronto estaba rodeada de 5 o 6, quienes se empezaron a guindar de mi chaqueta y jalarme la ropa, cada vez con mayor insistencia y aumento en sus voces chillonas suplicando ayuda.
Desde el inicio mi respuesta fue un rotundo no y conforme ellos incrementaban el escándalo, se fue bajando mi paz y subiendo mi cólera y terminé gritándoles, con lo cual, según yo, terminaron por disiparse, pero en realidad fue porque ya habían logrado su objetivo.
En seguida y aún enojada crucé la calle en el semáforo peatonal y justo al llegar del otro lado, noté que el bolso en mi cintura estaba abierto... ¡y habían robado mi monedero! Que era todo lo que cargaba en ese lado del bolso. Y más coraje que me dio, no solo por sentirme burlada, sino porque perdí un llavero que me gustaba mucho, el cual estaba en el zíper.
No perdía en realidad dinero, ya que cargaba muy pocas monedas, si acaso un euro y algunos centavos. Me dolía perder el monedero, que yo misma había fabricado, y más aún el llavero que iba en él, una corona con decoración en color rosado que por detrás dice Denmark (que compré cuando estuve en Dinamarca pero parece un llavero de Disney).
De inmediato me decidí a devolverme, seguirles la pista a su siguiente robo y ver en dónde botaban los bolsos, ya que supuse que lo que les interesaba era el efectivo. En mi imaginación y a falta de experiencia en el tema, pensé que iba a encontrar un basurero lleno de documentos y bolsos robados.
Noté que habían niños de diferentes edades e incluso adolescentes. No cargaban nada con ellos, por lo que mi teoría de que por ahí cerca había un botadero se consolidaba.
Rápidamente encontré que había un par de adultos a los cuales los niños se dirigían, ellos se encontraban "cuidando" carros en un área cercana, a desnivel de la explanada, los podía mirar con facilidad, un poco más abajo desde el punto donde yo estaba.
No tuve tiempo de ver el siguiente asalto, ya que los niños también habían notado mi presencia y muy amablemente me devolvieron mi monedero, ¡que amables! Llegaron a mí sosteniendo el monedero de una esquinita, como si no quisieran ni tocarlo, señalando el suelo y hablando no sé en qué idioma, no estoy segura si era francés o algún otro pero no era inglés. Por medio de sus gestos comprendí que me explicaban que habían lo encontrado en el piso, que vieron cuando se cayó por lo que sabían que era mío.
Les di las gracias de muy mala manera, con ganas de darles un manazo en la cara, pero en fin, agradecía haber recuperado mi llavero. Revisé el contenido y solo faltaban los centavitos, los cuales me imagino los usaban para jugar, ya que no iban a poder en realidad comprar nada con ellos.
Y desde entonces no uso más bolsos en la cintura estilo canguro y tampoco cargo llaveros que prefiero conservar. Y no permito que me toquen.
Ésta es de esas historias que siempre se cuentan, con los mismos detalles y permanecen en nuestra memoria... o al menos así es como yo la recuerdo.