En tren de París a Milán

Al salir de París, solo les digo, que conste en actas, no es cierto que todos los franceses tienen mal olor, pero los que huelen mal realmente apestan, con razón tienen tantos perfumes famosos. Y sí, hay mucha gente de color.

Ah! y dato curioso, al menos para nosotras, en las esquinas venden mazorcas calientes de maíz y los vendedores gritan: “maizolo-maizolo” y también cigarrillos Marlboro ("Marlboro-Marlboro" dicen continuamente) aunque nunca entendimos la razón.

Al llegar a la estación del tren tuvimos que apurarnos y hasta correr al final, con mochilas al hombro y de todo, ya que nos atrasamos y el tren partía en menos de 10 minutos, no estaba tan cerca como pensábamos de la estación del metro a la que llegábamos.

Con los latidos acelerados, de la carrera y del susto de perderlo, subimos de un brinco al correspondiente vagón del tren, que ya sonaba el silbato anunciando su partida y buscamos nuestro 'Couchette' (coche) y 'Assises' (asientos); era un tren/hotel así que no tiene asiento sino camas, el coche tenía con 6 camas, 3 de cada lado, a mi me tocó arriba, Vic en el centro y Pili iba abajo, las otras 3 camas llevaban dos señoras y un muchacho, al parecer familia.

A las 8:55pm partió puntualmente el tren, con nosotras instaladas, gracias a Dios. Al principio pensé que no iba a poder dormir bien, la cama es pequeña, no hay espacio para estar sentada, solo acostada, el movimiento y el ruido son continuos, y en realidad era aún muy temprano, pero fue todo lo contrario, anunciaron que iban a pasar recogiendo los pasaportes y tiquetes, y me quedé dormida con los documentos en la mano; me despertaron para entregarlos y volví a dormir profundamente hasta que un escándalo me volvió a despertar; al parecer un policía de aduana, que hizo algunas preguntas y requisó al muchacho que viajaba en nuestro coche, el pobre estaba más dormido que yo y al final ni supimos que buscaba ni por qué tanto alboroto, hablaba muy fuerte (y en francés) y en tono como enojado, en fin, nos devolvieron los pasaportes y volvimos a dormir hasta que el tren se detuvo en la última estación, Milano Centrale. Vic no sabía que esa era la última parada y se estresó mucho, nos despertó y rápidamente nos pusimos en pie con nuestras mochilas para bajar, ya que en las otras estaciones anteriores (de las cuales no me di ni cuenta) el tren se detenía por poco tiempo y nadie anunciaba que estación era.

En fin, ya estábamos en la bella Italia.